Negli ultimi anni, molti esperti hanno sottolineato l’impatto negativo che i social network, soprattutto quelli dominati dall’immagine, possono avere sull’autostima e sull’aumento della pressione estetica. Tuttavia, i social danno vita anche a correnti sociali che sostengono l’ampliamento del concetto di bellezza e favoriscono l’accettazione corporea di fisici diversi.
Alla fine del primo decennio del XXI secolo, il movimento body positive, noto anche come body positivity, è diventato popolare sui social. Fin dalla sua nascita, questo movimento ha cercato di combattere gli stereotipi associati al corpo femminile, soprattutto quelli legati al canone estetico. Si basa su due presupposti centrali: estendere il concetto di bellezza a tutti i tipi di corpo e promuovere una visione positiva del proprio fisico.

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Nel suo articolo accademico Dal Body Positive alla Body Neutrality: sguardi alternativi sul corpo femminile attraverso Instagram, la dottoressa in antropologia sociale Elizabeth Manjarrés Ramos mette in relazione le origini del body positive con il movimento Fat Acceptance degli anni ’60, che cercava di rendere visibile la fatfobia, intesa come la discriminazione subita dalle persone in sovrappeso a causa del loro fisico. L’obiettivo della Fat Acceptance era, secondo quanto riportato dalla dottoressa Kristen Fuller nella rivista sulla salute mentale Very Well Mind, «rompere il legame tra peso e autostima», riaffermando che «tutti gli esseri umani meritano dignità, rispetto e un trattamento equo, indipendentemente dalla forma o dalla taglia dei loro corpi».
Con la sua crescente popolarità sulle reti sociali, il body positive si è esteso fino a includere una gamma più vasta di corporeità non egemoniche, come i corpi razzializzati, i corpi con disabilità e quelli con altri tipi di caratteristiche che non rientrano negli standard di bellezza, evidenzia Manjarrés Ramos. Così, questa corrente si manifesta nelle reti con una serie di messaggi che esortano le persone, soprattutto le donne, ad amare il proprio fisico, in modo da potersi «liberare dalla pressione culturale» su di esso, afferma l’antropologa, sulla base dell’espansione del concetto di bellezza come forma di empowerment.
Nonostante le buone intenzioni, questo movimento ha ricevuto anche delle critiche. Una delle principali critiche è legata all’importanza che esso attribuisce all’aspetto fisico. Inoltre, si sottolinea che nel contesto odierno non è realistico che le persone abbiano una visione totalmente positiva del proprio corpo e che questa pressione ad “amare il proprio fisico” può essere controproducente. Anche la visione individualista della positività corporale viene criticata, in quanto la versione più mainstream di questa corrente ritiene che, per ottenere un’immagine positiva di sé, siano sufficienti atti individuali che comportino “amare sé stessi, accettarsi, sentirsi belli, prendersi cura di sé fisicamente e mentalmente, ecc.”, e non tiene conto del contesto sociale, evidenzia Manjarrés Ramos.
In risposta ad alcune di queste critiche, intorno al 2015 è comparsa la body neutrality. Secondo Fuller, questo movimento si basa sulla premessa che la nostra identità va oltre la nostra corporeità, in quanto siamo esseri complessi con molteplici dimensioni. Inoltre, come suggerisce il nome, questo movimento ha un approccio neutrale all’aspetto fisico. Al suo posto, attribuisce importanza al corpo per tutto ciò che ci permette di fare. Pertanto, come sottolinea Manjarrés Ramos, per la body neutrality «l’aspetto fisico non deve essere al centro del dibattito, né deve essere importante», eliminando così la pressione estetica in relazione al corpo. Pertanto, la neutralità corporale implica che a una persona non debba per forza piacere il proprio corpo, ma semplicemente possa accettarlo e valorizzarlo per tutto ciò che le permette di fare nella vita quotidiana.
Sebbene la body neutrality nasca per superare i limiti della body positivity, entrambe le correnti apportano elementi che favoriscono una maggiore accettazione del corpo, così come la salute fisica e mentale. Tra i benefici della positività corporea, Fuller sottolinea che può aiutarci a migliorare il nostro umore e a ridurre i pensieri negativi, nonché ad accettare il nostro corpo anche se non è conforme agli standard sociali. Ci permette anche di valorizzare aspetti o tratti che siano stati socialmente rifiutati. D’altra parte, la neutralità corporea ci incoraggia ad apprezzare il nostro corpo per tutto ciò che può fare per noi, a connetterci con esso e con le nostre sensazioni, e quindi ci incoraggia a fare delle scelte per prendercene cura al meglio.
Neutralidad y positividad corporal: dos alternativas para combatir la presión estética
A pesar del papel que juegan a la hora de perpetuar los cánones de belleza, las redes sociales son también el lugar donde se fraguan movimientos sociales que promueven la aceptación de la diversidad corporal. Entre ellos, encontramos la positividad y la neutralidad corporal
En los últimos años, numerosos especialistas han señalado el impacto negativo que pueden tener las redes sociales, especialmente aquellas donde predomina la imagen, para un empeoramiento de la autoestima y una mayor presión estética. Sin embargo, en estas también se originan corrientes sociales que abogan por ampliar el concepto de belleza y favorecer la aceptación corporal de físicos diversos.
A finales de la primera década del siglo XXI se hace popular en las redes sociales el movimiento body positive, también conocido como body positivity o positividad corporal. Desde su nacimiento, esta corriente busca combatir los estereotipos asociados a la corporalidad femenina, especialmente aquellos relacionados con el canon estético. Se basa en dos premisas centrales: ampliar el concepto de belleza corporal a todo tipo de cuerpos y promover una visión positiva sobre el propio físico.

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En su artículo académico Del Body Positive al Body Neutrality: miradas alternativas sobre el cuerpo femenino a través de Instagram, la doctora en antropología social Elizabeth Manjarrés Ramos relaciona los orígenes del Body Positive con la corriente Fat Acceptance de los años 60 del siglo XX, que buscaba la visibilización de la gordofobia, entendiendo esta como la discriminación que sufren las personas con sobrepeso por su físico. El objetivo del Fat Acceptance era, señala la doctora Kristen Fuller en el medio sobre salud mental Very Well Mind, «romper la relación que existía entre el peso y el valor personal», reafirmando que «todo el mundo merece dignidad, respeto y un trato justo, independientemente de su forma corporal o talla».
Con su creciente popularidad en las redes, el body positive se ha ampliado y ha comenzado a incluir un abanico más grande de corporalidades no hegemónicas, como cuerpos racializados, con discapacidades, y que cuenten con otro tipo de rasgos que salgan de los patrones de belleza, apunta Manjarrés Ramos. Así, esta corriente se manifiesta en las redes con una serie de mensajes que instan a las personas, sobre todo a las mujeres, a amar su físico, de forma que puedan «liberarse de la presión cultural» sobre este, señala la antropóloga, a partir de la ampliación del concepto de belleza como una forma de empoderamiento.
A pesar de las buenas intenciones de este movimiento, ha recibido también algunas críticas. Una de las principales está relacionada con la importancia que le otorga a la apariencia física. Además, se apunta que no es realista en el contexto actual que la gente tenga una visión totalmente positiva hacia su cuerpo y que, por ello, esta presión sobre “amar el propio físico”, puede ser contraproducente. Asimismo, se critica la visión individualista de la positividad corporal, ya que la versión más mainstream de esta corriente considera que, para lograr una autoimagen positiva, basta con actos individuales que pasan por “amarse a sí misma, aceptarse, sentirse bella, cuidar de sí física y mentalmente, etc.”, y no tiene en cuenta el contexto social, apunta Manjarrés Ramos.

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Como respuesta a algunas de estas críticas aparece, alrededor del año 2015, el body neutrality o la neutralidad corporal. Según señala Fuller, este movimiento parte de la base de que nuestra identidad como personas va más allá de nuestra corporeidad, ya que somos seres complejos con múltiples dimensiones. Además, como indica su nombre, esta corriente tiene un enfoque neutro hacia la apariencia del físico. En su lugar, le otorga importancia a este en función de todo lo que nos permite hacer. Por tanto, como apunta Manjarrés Ramos, para el body neutrality la «apariencia física no debe estar en el centro del debate ni debe ser importante», con lo que se elimina la presión estética en relación con el cuerpo. Así, la neutralidad corporal implica que no hace falta que a una persona le guste su cuerpo, sino simplemente que lo acepte y valore por todo lo que le permite realizar en su día a día.
Aunque el body neutrality surge con el fin de superar las limitaciones del body positivity, ambas corrientes aportan elementos que favorecen una mayor aceptación corporal y salud física y mental. Entre los beneficios de la positividad corporal, Fuller apunta que nos puede ayudar a mejorar el ánimo y reducir los pensamientos negativos, así como a aceptar nuestros cuerpos incluso si estos no se ajustan a los estándares sociales. Además, nos permite poner en valor aspectos o rasgos propios que han sido socialmente rechazados. Por otro lado, la neutralidad corporal favorece que apreciemos nuestro cuerpo por todo lo que puede hacer por nosotros, que conectemos con él y nuestras sensaciones y, por ende, nos insta a tomar decisiones para cuidarlo de la mejor forma posible.
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